sábado, abril 27, 2024
Turismo

La ciudad inagotable de Montpellier

Montpellier Antigona

El nombre de esta ciudad situada en la región de Languedoc-Rosellón y cercana al puerto de Sete ha evolucionado a lo largo del tiempo, desde Mont du pastel, pasando por Mont pelé, Montpesullanos o Mont fermé, hasta convertirse en la actual Montpellier, una localidad cuya población no ha dejado de crecer durante los últimos 50 años.

Montpellier es la única ciudad del sur de Francia que cuenta con un centro histórico completamente peatonal, lo que invita, por supuesto, a pasear y disfrutar del ruido característico del chapoteo de las fuentes, el roce de las hojas de los árboles movidas por el viento o los murmullos de voces que habitan los bares y restaurantes del casco antiguo.

En la Place de la Comédie, que data del siglo XVIII, y en la que se emplazan un teatro y una gran fuente conocida como Las Tres Gracias, se puede disfrutar de un buen número de terrazas y cafés en las que disfrutar de una ambiente y vistas verdaderamente privilegiadas. La explanada de Charles de Gaulle también es un sitio de lo más atractivo, y resulta ser uno de los espacios favoritos por los alrededor de 70.000 estudiantes que habitan la ciudad.

Montpellier Place de la Comédie

Este prestigio que tiene la ciudad como lugar hospitalario para los estudiantes extranjeros se remonta al siglo XII, cuando nació su escuela de medicina, pionera en Europa. Allí estudió y ejerció cuatro siglos más tarde Nostradamus, médico de origen judío autor de las famosas profecías, así como el escritor, médico y humanista François Rabelais.

Montpellier vivió su periodo más convulso durante las guerras de religión, época de inestabilidad aplacada en 1622 por Luis XIII, en cuyo reinado se edifican y reconstruyen iglesias, una ciudadela que sirve ahora de liceo y la escuela de los jesuitas, actual Museo Fabre. Más tarde, Luis XIV levanta en el siglo XVII un suntuoso arco del triunfo y un paseo llamado de Peyrou, en el que se erige un imponente castillo que abastecía de agua a la ciudad a través de un acueducto. Montpellier también cuenta con un puerto, el de Lattes, de gran importancia durante el siglo XVI, y sus modernas playas resultan algo artificiales.

También es recomendable visitar las mansiones particulares situadas en el centro de Montpellier. Especialmente atractiva resulta la de Varennes, en la plaza de Petrarca, o la de los Tesoreros de Francia, con una escalera majestuosa, por donde se filtra una luz dorada del amanecer. Otros hoteles como el de Haguenot se deben a la imaginación del arquitecto de origen catalán Jean-Antoine Giral, quien en el siglo XVIII recibió el encargo de remozar la ciudad.

De pronto uno se interna por una callejuela y descubre una plaza con enormes árboles, salones de té o cafés que sirven los vinos de la región, como La Casa de los Vinos; mientras que en Colinas de Languedoc resulta un lugar de lo más apetecible para disfrutar de la gastronomía propia de la región.

Montpellier Chateau dEau

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